ETCETERA AZUL

Expedición Rizomática

lunes, 17 de mayo de 2010

ANDARES Y ANDENES













ANDARES Y ANDENES
“La salida es por atrás" Aviso Bus Urbano

Caminatas del encuentro, avenidas de palabras, viento móvil, taxis anónimos, policías incoloros, monumentos convenientes que emergen lentos sobre las nomenclaturas reales; re-corridos por rutas que no existen, trayectos de ciudad que en libertad desatada conjugan acciones imprevistas, caos voluntarios sobre andenes involuntarios, imágenes en tecnicolor.
Transitar, dibujar con los pies, reinventar las sendas, retroceder en la memoria por rutas que desaparecieron, las esquinas que ando, los caminos del lápiz, los lugares que surgen sobre el mapa del barrio, los espacios entre las palabras, las fisuras entre las letras conforman vías alternas por donde transitar entre la catedral, el grafismo del muro y los recibos por pagar.
La palabra constructora de preguntas, la certidumbre del pasado que se desvanece entre las máquinas del desarrollo, cimientos imposibles como interrogantes sobre el devenir, secretos que se anidan en espacios particulares como casas grandes.
El caos de polvo sobre los tendones del espacio; los espejos, las vitrinas escaparates sociales, reflejos desoladores; el encuentro alter ego del verbo; resumen citadino de lo posible, que al nombrarse, nos nombra; visión metástica de las huellas; calles empedradas de visiones, escenarios del circo ocasional.
La ciudad se construye desde lo invisible, desde aquellas cosas que abordamos sin intención y que vistas con detenimiento son tejido orgánico, palpitaciones para una ciudad que vive desde los pasos y sonidos que la constituyen.
La palabra en romería urbana es protagonista de realidades no visibles, que en fuga deshabitan los espacios compartidos. La palabra tejido de lo exterior, si hablo, escucho, si habito, me pierdo, amo.

Trasladar mis impresiones a otro lugar donde las veo existir, las puedo ver más allá del pensamiento, del paseo; ideas aglutinadas como garabatos multiformes del afuera, escritas sobre la piel interior. La palabra lugar común para la errancia, parche verde del encuentro donde comas y puntos se arremolinan como embudos del recuerdo, la cortina que se corre y revela otros paisajes que están ahí, que forman parte de mi también, que no son ajenos, que son parte del vecindario interior. El cuerpo entonces se reconoce como parte esencial de la ciudad, de su realidad y contexto. La palabra puente en viceversa, múltiples presencias la transitan y las ventanas se abren como el periódico de la mañana. La palabra estación donde me detengo, a descansar los sin sentidos; trayectoria vital donde transformo mis contextos.

“La salida es por dentro" Gonzalo Arango

lunes, 10 de mayo de 2010

Mapamundi

Érase una vez… una palabra que borraba sus bordes. Por la cual fue difícil designar con palabras a uno de los protagonistas de este relato. Recuerdo que esa cosa estaba cargada de opacos colores, azules inútiles y verdes tenues de pasado glorioso. Varios trasteos no tan afortunados antecedieron la llegada de ese objeto barrigón a este lado de la acera. Su aspecto era lamentable, su cuerpo ovalado era deforme y lleno de ojos que limitaban en los excesos de mi mirada.


Me eligió, yo familia miranda peláez, visitante asiduo y a lo lejos me reconoció; ahora estoy seguro que varias veces me vio pasar y escucho el tintineo de las monedas que oscilaban en mis bolsillos, sonidos que alternaban por ratos con mi cara de comprador compulsivo.

Esos encuentros, que sin ser notables, dejan en la memoria aconteceres particulares que se con-juegan en el tiempo. Quizás sobre el andén me vio pasar sin decirme nada; sin ni siquiera pensar que la necesitaba; pero, aquel día, la visita era de otra intensidad.

Esa situación me desbordó en dialogo: un aura de primíparo, como de cliente fácil de embaucar, le dio una excusa para atraer mi atención. La cosa aquella se preparó para lanzarme un guiño, tomo un segundo aire, se lleno de entusiasmo y con un esfuerzo expectante de concentración adquirió brillo propio. Su luz era desgastada, más bien opaca pero preñada de algo particular; su cuerpo raquítico tenía un gran vacío, que le daba pocas posibilidades de sobrevivir. Lo que ocasionó que ningún otro comprador reconociera su vital resplandor en ese universo agitado y maltrecho sobre su desordenada acera.


Lo que es la dignidad de existir. Al parecer, no le afectó en nada el hecho de ser considerado en algún momento como basura. En su apariencia actual era difícil de intuir su verdadera forma; ¡tan mal estaba! Que su propietario lo botó al aseo, sin ningún reparo afectivo. Después de una caída abismal desde una biblioteca de pocos libros y tras chocar aparatosamente con una butaca de madera, fue a dar a un rincón entre las patas de una mesa. Ahí empezó el ocaso; hasta que finalmente fue a parar a una bolsa de plástico negro, donde además iban unos cuantos papeles y cáscaras de frutas.